Educación: la deuda pendiente de todos
_"La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida misma."_ - John Dewey.
Por Isidro Aguado Santacruz
Hoy, como cada semana, en Cambio de Ritmo quiero ofrecer una reflexión profunda sobre los asuntos que el gobierno saliente deja inconclusos y, aún más críticamente, aquellos en los que como sociedad hemos fallado en cumplir con nuestras propias obligaciones.
Uno de los problemas más inquietantes sigue siendo la calidad insuficiente del sistema educativo en México, tanto en sus vertientes públicas como privadas. La situación actual es alarmante. Según los datos más recientes del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA), México se mantiene en el puesto 57 entre los países participantes. Este resultado, que refleja el nivel de habilidades de nuestros jóvenes en matemáticas, lectura y ciencias, es un claro indicador de que algo está muy mal en nuestra manera de educar y formar a las nuevas generaciones.
En su momento, se consideró la posibilidad de que México dejara de participar en PISA. Esta idea, que parecía justificada bajo el argumento de evitar una "mala imagen internacional", fue finalmente desechada gracias a la presión social y a las voces de expertos que recordaron la importancia de tener herramientas para medir y comparar el rendimiento de nuestros estudiantes a nivel global. Sin embargo, la participación en esta evaluación no basta; es necesario preguntarnos por qué, después de tantos años, seguimos estando en el fondo de la tabla y qué estamos haciendo mal desde cada uno de nuestros roles en la sociedad.
Podría pensarse que la responsabilidad recae únicamente en las autoridades educativas, en las reformas mal implementadas o en las promesas incumplidas de inversión en infraestructura escolar. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. No podemos obviar el papel de los sindicatos magisteriales y sus disputas internas, que han impedido mejoras significativas en la calidad de la enseñanza. Tampoco podemos olvidar el impacto que tiene la deficiente formación de nuestros docentes.
En muchos casos, quienes egresan de las escuelas normales exigen plazas automáticas sin demostrar competencia, y la ausencia de procesos rigurosos de selección solo perpetúa las carencias de nuestro sistema.
Pero el problema educativo no se limita a cuestiones estructurales o políticas. La crisis de valores y la falta de compromiso también están jugando un papel determinante. En generaciones pasadas, los padres de familia veían con orgullo que sus hijos tuvieran acceso a una educación superior; se trataba de un signo de progreso y de una oportunidad real para mejorar sus condiciones de vida. Hoy, el desinterés de algunos padres hacia la educación de sus hijos es evidente.
Muchos ven la escuela simplemente como un lugar donde dejar a sus hijos mientras ellos cumplen con sus jornadas laborales. Esta actitud conformista contribuye a perpetuar el bajo rendimiento escolar y la falta de motivación entre los estudiantes.
Es cierto que la administración de la 4T introdujo el modelo de la "Nueva Escuela Mexicana", que busca orientar la educación hacia una visión más social y menos tecnocrática, alejada del enfoque neoliberal que muchos consideraban elitista. Sin embargo, este nuevo enfoque también ha sido objeto de críticas. La falta de énfasis en habilidades científicas y tecnológicas no responde a las demandas del mundo actual, que exige profesionales cada vez mejor preparados en el manejo de tecnologías emergentes, análisis de datos y resolución de problemas complejos.
La implementación de este nuevo modelo, que supuestamente contó con la participación de padres y maestros en su diseño, no ha logrado disipar las dudas sobre su eficacia. ¿Están realmente preparados los egresados de este sistema para enfrentarse a la educación superior o al mercado laboral? La existencia de una gran cantidad de academias dedicadas exclusivamente a preparar a los estudiantes para aprobar los exámenes de ingreso a las universidades muestra que la educación básica y media superior no está cumpliendo con su misión formativa.
Además, el aprendizaje en México sigue estando muy orientado a la memorización, un método que resulta obsoleto en una era en la que la información está al alcance de un clic.
En cambio, deberíamos fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de adaptarse a un entorno cambiante. Países que han priorizado el desarrollo de estas competencias han visto mejoras notables en los resultados educativos y en la capacidad de sus jóvenes para integrarse a la economía global.
La verdadera solución no vendrá únicamente del gobierno. Como sociedad, tenemos una deuda con nuestras futuras generaciones. Los padres deben involucrarse activamente en el proceso educativo de sus hijos, inculcando valores y promoviendo la curiosidad y el amor por el conocimiento. El esfuerzo compartido entre autoridades, maestros, padres y estudiantes es el único camino hacia una educación que prepare a nuestros jóvenes para enfrentar los desafíos del futuro.
Finalmente, es importante destacar que los problemas educativos están conectados con otros desafíos que hemos discutido aquí en Cambio de Ritmo: la calidad de nuestra democracia, la paz social y la reforma del poder legislativo. Todos estos asuntos requieren de una ciudadanía informada, comprometida y crítica. Necesitamos dejar de esperar que el gobierno resuelva todos los problemas y comenzar a asumir nuestra responsabilidad.
No podemos permitir que la educación, uno de los pilares más importantes de cualquier sociedad, se convierta en una herramienta de manipulación política. En lugar de eso, debe ser un esfuerzo conjunto para construir un mejor futuro para todos.
Como bien dijo Nelson Mandela: "La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo". Si queremos que México alcance el lugar que merece en el escenario internacional, debemos empezar por cambiar la manera en que educamos a nuestros hijos, y para lograrlo, necesitamos un cambio de mentalidad en cada hogar, en cada escuela y en cada rincón de nuestra sociedad. El tiempo de actuar es ahora. Excelente fin de semana lectores.