El fin amargo
"En tiempos de cambio, el verdadero liderazgo se mide no por la habilidad para prometer, sino por la capacidad para cumplir con acciones que transformen la realidad en beneficio del bien común." Isidro Aguado
Por Isidro Aguado Santacruz
Con el cierre del sexenio, surgen numerosos problemas en la gestión del presidente López Obrador, lo que revela que muchos de los 'logros' defendidos son meras ilusiones o incluso falsedades. Esto nos lleva a cuestionar qué tan buen presidente fue realmente, aquel en quien millones de mexicanos depositaron sus esperanzas de cambio.
¿Se trató de una presidencia verdaderamente destacada, merecedora de la victoria en las elecciones de 2024? ¿O fue un mandato desordenado, disimulado por un maestro de las percepciones? O, finalmente, ¿fue una presidencia tímida, como tantas otras?
Si el eslogan de campaña de López Obrador fue "por el bien de todos, primero los pobres", en gran medida, lo cumplió. Según el economista Gerardo Esquivel, la pobreza multidimensional en México pasó de 51.9 millones al inicio de su sexenio a 46.8 millones en 2022. Esto implica que el número de personas en situación de pobreza disminuyó en aproximadamente 106 mil cada mes, una cifra significativa.
Esquivel destaca que esto contrasta con lo ocurrido entre 2006 y 2018, cuando el número de pobres aumentó de 46.5 a 61.8 millones, es decir, más de 106 mil personas cayeron en la pobreza cada mes durante esos doce años. Sin embargo, bajo el mandato de López Obrador, la pobreza extrema creció en 400 mil mexicanos. Aun así, hay noticias positivas en este ámbito crucial para el país, incluyendo una estabilidad macroeconómica.
No se trata de evaluar bajo el prisma de preferencias personales, sino de reconocer una realidad basada en datos concretos. Durante sus seis años de mandato, AMLO se centró en asegurar la continuidad de su proyecto político para los años venideros, acumulando poder, desmantelando contrapesos institucionales y otorgando a las Fuerzas Armadas funciones más allá de sus competencias constitucionales. Además, implementó programas de política asistencial que distribuyen recursos públicos entre los beneficiarios, creando así una base electoral entre la población que respalda estos objetivos.
La promesa de gobernar para todos y abordar los problemas más urgentes que afectan a los mexicanos, como la pobreza y la exclusión, se ha postergado. El enfoque en construir proyectos emblemáticos sin beneficios económicos ni sociales significativos fue otra característica del gobierno del tabasqueño, cuya falta de transparencia comenzará a revelarse en los próximos meses.
Es complicado dar orden al caos generado por la administración de López Obrador. Sin embargo, se puede clasificar el desorden en dos grandes áreas: Estado y democracia. En el primer ámbito, el presidente mostró una notable falta de compromiso con el Estado. En primer lugar, hubo un saqueo significativo de cargos burocráticos en un país con una estructura estatal ya frágil. En segundo lugar, se produjo un deterioro y eliminación de numerosas instituciones públicas. En tercer lugar, la recaudación solo aumentó un 1.6% del PIB en una nación con una baja recaudación fiscal.
En cuarto lugar, aumentaron las desapariciones, homicidios y extorsiones, junto con un incremento en la violencia electoral y el control de los cárteles. Y en quinto lugar, la amplia gama de contratos públicos se adjudicó de manera discrecional, sin enfrentar la corrupción y con regresiones notables en sectores clave como energía, salud, educación, medio ambiente y relaciones exteriores. El manejo de la pandemia fue desastroso, con más de 2.5 millones de mexicanos intentando cruzar a Estados Unidos.
Sin embargo, el gobierno de López Obrador termina con un sistema político que apenas puede considerarse democrático. Desde el ataque a los controles informales, como medios de comunicación, empresarios y organizaciones civiles, hasta la erosión de los controles formales, como el Poder Judicial y los organismos autónomos, el pluralismo político ha sufrido un golpe severo.
Si se materializa el fraude de la sobrerepresentación, el asalto al Poder Judicial podría concretarse, acabando con el sistema democrático.
Al concluir su mandato, López Obrador deja un panorama de mayor pobreza y pobreza extrema, un Estado debilitado y una democracia comprometida. Más de 2.5 millones de mexicanos intentaron ingresar a Estados Unidos, y las políticas diseñadas para combatir la pobreza resultaron insostenibles.
Así, el próximo gobierno heredará una grave crisis fiscal.
La magnitud de los desafíos que deberá enfrentar el nuevo gobierno de la doctora Sheinbaum debe estar a la altura de las circunstancias, y es ahí donde se pondrán a prueba las verdaderas capacidades de los nuevos líderes.
Para concluir, el sexenio de AMLO, que comenzó con grandes promesas y expectativas, se enfrenta a un fin amargo. La gestión actual deja un legado complejo y lleno de desafíos para la próxima administración, que tendrá que demostrar su capacidad para abordar y resolver los problemas heredados. La historia juzgará si se trata de un mero cambio de guardia o de una oportunidad para un verdadero renacimiento político y social en México. Excelente martes.