El futuro comercial de México
"Un país que no sabe hacia dónde va, cualquier camino lo lleva a ninguna parte." - Peter Drucker
Por: Isidro Aguado Santacruz
La imposición de aranceles del 25% al acero y aluminio por parte de Estados Unidos, ha vuelto a encender las alarmas sobre la fragilidad del T-MEC y la estabilidad económica de la región. Esta medida, que afecta directamente a México, Canadá y China, pone en riesgo la relación comercial entre los tres países y genera incertidumbre sobre el futuro del tratado. Con la próxima revisión programada para julio de 2026, donde se decidirá si se extiende hasta 2042, las presiones políticas y económicas podrían jugar un papel determinante en su continuidad.
México es la segunda economía más grande de América Latina y posee un potencial enorme para consolidarse como una potencia mundial. Con una población joven y recursos naturales abundantes, su proximidad a la economía más grande del planeta ha sido una ventaja competitiva clave. Sin embargo, el país ha sido incapaz de traducir este potencial en crecimiento sostenido, quedándose rezagado frente a economías como Corea del Sur y Singapur, que en la década de los 80 compartían características similares.
Uno de los principales obstáculos ha sido la corrupción, que ha frenado el desarrollo económico durante décadas. A esto se suma la falta de inversión en infraestructura y educación, dos pilares fundamentales para la competitividad en la economía global. Según el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, México ocupa el puesto 56 de 137 países en infraestructura y el 87 en educación. La calidad de nuestras carreteras, puertos y aeropuertos, así como el nivel de preparación de nuestra fuerza laboral han sido factores limitantes para el crecimiento.
Históricamente, México ha experimentado ciclos de crecimiento y crisis. En las décadas de 1960 y 1970, la economía se expandió gracias a las grandes reservas de petróleo, pero la inflación y el endeudamiento provocaron una crisis en los 80. En los 90, se implementaron reformas de apertura económica que fortalecieron la relación con el mercado global, pero el crecimiento se mantuvo en un promedio de apenas 2.5% anual entre 1990 y 2019.
Sin el T-MEC, México enfrentaría un panorama complicado. La dependencia del mercado estadounidense es innegable, y la búsqueda de nuevos aliados comerciales se convertiría en una prioridad. Sin embargo, la transición no sería sencilla. La falta de diversificación de nuestras exportaciones y la debilidad estructural en sectores clave podrían dejarnos en una posición vulnerable en la economía global. La disyuntiva es clara: o fortalecemos nuestras capacidades internas y reducimos nuestra dependencia de un solo mercado, o quedamos expuestos a la volatilidad de decisiones políticas externas que impactan directamente en nuestro futuro económico.
Ahora bien, ¿qué pasaría si México lograra reducir su dependencia de Estados Unidos? Un México menos atado a las decisiones económicas y políticas de su vecino del norte tendría la oportunidad de proyectarse como un líder regional e incluso global. La diversificación de socios comerciales con Europa, Asia y América Latina permitiría una mayor estabilidad ante crisis externas. A su vez, el desarrollo de una industria nacional fortalecida, con incentivos a la manufactura avanzada, la tecnología y la ciencia, colocaría al país en una mejor posición para competir con potencias emergentes.
Además, México cuenta con una riqueza natural impresionante que, si se aprovecha de manera sostenible, podría convertirse en una ventaja estratégica. La transición hacia energías renovables, el impulso a la agroindustria de alto valor y la modernización de su infraestructura logística abrirían puertas a un crecimiento más equilibrado. Si a esto se le suma una educación enfocada en la innovación y la digitalización, el país tendría la posibilidad real de consolidarse como un actor clave en la economía global.
La geopolítica comercial es un terreno incierto y cambiante. Mientras Estados Unidos endurece sus políticas proteccionistas, otras potencias como China y la Unión Europea buscan consolidar nuevos bloques económicos. Para México, la oportunidad de diversificar sus relaciones comerciales no es solo una opción, sino una necesidad urgente. El fortalecimiento del mercado interno, el impulso a la industria manufacturera y la inversión en tecnología e innovación deben ser los pilares de una estrategia a largo plazo. La globalización nos ha demostrado que el aislamiento económico no es sostenible, pero depender en exceso de un solo socio comercial tampoco lo es.
El reto es enorme, pero también lo es la oportunidad. México tiene todo para posicionarse como un actor clave en la economía mundial, siempre que logre superar sus propios obstáculos y definir una estrategia clara de desarrollo. En tiempos de incertidumbre, la preparación y la visión estratégica marcarán la diferencia.
Pero aquí estamos, en Cambio de ritmo, haciendo el esfuerzo de ponerte al día y dejar sobre la mesa los temas que realmente importan. Que esta semana sirva para reflexionar y no perder de vista el rumbo. ¡Nos leemos pronto!