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CAMBIO DE RITMO

El legado de la Expropiación Petrolera: 87 años de Soberanía

En México, su historia es la crónica de una lucha por la soberanía, la justicia laboral y la autodeterminación económica.
Isidro Aguado Santacruz Archivo

_"El petróleo es de la Nación y no de las compañías extranjeras que, sin ningún derecho, lo han explotado durante años."_
Lázaro Cárdenas

Por Isidro Aguado

Hoy dedicaré esta columna a algo histórico de nuestro México: El petróleo ha sido, desde su descubrimiento, un recurso que ha moldeado el destino de naciones enteras. En México, su historia es la crónica de una lucha por la soberanía, la justicia laboral y la autodeterminación económica.

La expropiación petrolera del 18 de marzo de 1938 no fue un acto repentino ni aislado, sino la culminación de décadas de tensiones entre el Estado mexicano y las empresas extranjeras que, con total impunidad, explotaban el subsuelo nacional como si fuera propio.

Hoy, al conmemorar el 87 aniversario de la Expropiación Petrolera, recordamos el trascendental legado que dejó esta histórica decisión del presidente Lázaro Cárdenas. Fue un acto de valentía y determinación que cambió el curso de la historia de México, poniendo fin a la explotación extranjera de nuestros recursos naturales y reafirmando el control nacional sobre nuestra industria petrolera.

Desde finales del siglo XIX, empresas británicas y estadounidenses se habían apoderado del negocio petrolero en México, operando con concesiones obtenidas en tiempos del Porfiriato. La Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, filial de Royal Dutch Shell, y la Huasteca Petroleum, propiedad de la Standard Oil de los Rockefeller, dominaban la extracción y comercialización del crudo. Sus operaciones eran altamente rentables, pero las condiciones de los trabajadores eran deplorables. Jornadas extenuantes, salarios miserables y la constante represión a cualquier intento de organización marcaron el día a día de los obreros petroleros.
Fue en este contexto que, en 1935, con el respaldo del gobierno de Lázaro Cárdenas, surgió el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), una organización que desafió el poder absoluto de las compañías extranjeras.

Un año después, los trabajadores exigieron mejores condiciones laborales: reducción de jornada, un salario mínimo de cinco pesos y prestaciones básicas. La respuesta de las empresas fue un rotundo no. La confrontación escaló hasta que, en mayo de 1937, los trabajadores amenazaron con una huelga general. El conflicto llegó a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, que determinó que las compañías tenían recursos más que suficientes para cumplir las demandas obreras.

Pero las petroleras no cedieron. En su arrogancia, creyeron que podrían doblegar al gobierno mexicano como lo habían hecho en otras ocasiones. En diciembre de 1937, la Junta emitió un laudo que ordenaba la mejora inmediata de las condiciones laborales. Las empresas ignoraron el fallo y redoblaron su desafío. Fue entonces cuando Cárdenas tomó la decisión histórica: el 18 de marzo de 1938, anunció la expropiación de la industria petrolera. Con un discurso firme y sin titubeos, informó al país que el petróleo, desde ese momento, pertenecía al pueblo mexicano.

La reacción internacional fue feroz. Estados Unidos y Reino Unido protestaron y emprendieron una campaña de desprestigio contra México. Las empresas expropiadas exigieron indemnizaciones millonarias, y muchos sectores vaticinaron el colapso de la economía nacional. Sin embargo, la respuesta del pueblo mexicano fue contundente. Campesinos, obreros, empresarios y ciudadanos de todas las clases sociales se volcaron a apoyar la medida, donando incluso sus pertenencias para saldar la deuda con las compañías extranjeras. El 7 de junio de 1938, se creó Petróleos Mexicanos (PEMEX), la empresa encargada de administrar el recurso energético que, hasta entonces, había sido monopolizado por intereses foráneos.

La expropiación petrolera no solo consolidó la independencia económica de México, sino que se convirtió en un símbolo de la lucha por la soberanía nacional. Sin embargo, con el paso de los años, la historia ha demostrado que la administración de PEMEX ha enfrentado enormes desafíos: corrupción, falta de inversión en infraestructura, y reformas que han puesto en duda la continuidad del espíritu cardenista.

Hoy, cuando el panorama energético global es incierto y la producción petrolera nacional enfrenta retos monumentales, la pregunta sigue vigente: ¿hemos sabido honrar el sacrificio de aquellos que hicieron posible la expropiación petrolera?

En un contexto mundial de transición hacia energías renovables y una creciente conciencia sobre el cambio climático, países como Noruega, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han sabido gestionar sus recursos energéticos de manera estratégica. No solo protegen su soberanía energética, sino que, a través de fondos soberanos, invierten en el futuro, diversificando sus economías. Mientras tanto, México enfrenta una creciente dependencia de su petróleo sin una visión clara de hacia dónde debe llevarlo, arrastrando consigo desafíos estructurales que la expropiación de 1938 buscaba erradicar.

La historia nos recuerda que la soberanía no se hereda, se defiende día a día. La expropiación petrolera no fue solo un decreto; fue la afirmación de que México podía y debía tomar el control de su destino. Y esa lección sigue siendo tan válida hoy como en 1938.

Excelente inicio de semana, queridos lectores. La historia se escribe día a día. Seamos protagonistas, no espectadores.