Columnas

Gobernó desde las mañaneras

"Prometer un futuro mejor sin cumplir con la justicia y la transparencia es solo un eco vacío en el salón del poder." Tras las cortinas del poder.
Isidro Aguado Santacruz Archivo

Por Isidro Aguado Santacruz

El último día de septiembre de 2024 marco el final del mandato de Andrés Manuel López Obrador, un gobierno que prometió ser la esperanza para millones de mexicanas y mexicanos, una era en la que se esperaban cambios profundos y verdaderos, pero que dejó tras de sí una sombra de promesas incumplidas y decepción. López Obrador, el hombre que gobernó desde el estrado matutino, construyó un legado de claroscuros, pero sin duda más oscuros que claros, mientras el país observaba cómo sus decisiones tomadas "tras las cortinas del poder" afectaban la vida de millones de mexicanas y mexicanos.

En 2018, más de 30 millones de ciudadanos votaron por un cambio, votaron por un proyecto de izquierda que aseguraba una transformación verdadera, que prometía hacer de los pobres una prioridad, combatir la corrupción frontalmente, y dar a México un sistema de salud digno. Pero del dicho al hecho hubo mucho trecho. Lo que se presenció en estos seis años fue el reflejo de decisiones erráticas, de caprichos personales cumplidos, y de una ceguera de poder que nunca permitió a López Obrador escuchar a nadie más. La "Cuarta Transformación" se convirtió en un espejismo, un juego de ilusiones donde la retórica no coincidía con la realidad. Se dijo que tendríamos un sistema de salud pública a la altura de los mejores del mundo, un "sistema como el de Dinamarca". Hoy, los hospitales continúan sufriendo la falta de medicamentos, el desabasto es constante, y las promesas a las madres y padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos hace una década siguen sin cumplirse. Se engañó a México entero con falsas expectativas de justicia y verdad, prometiéndoles respuestas que nunca llegaron.

El segundo piso del poder solo es una simulación. ¿Dónde está la transparencia y la rendición de cuentas prometidas? Sus allegados, mientras tanto, se han enriquecido de manera flagrante. ¿Cuántos millones de pesos han sido desviados hacia "unos cuantos"? Casos emblemáticos, como el de SEGALMEX, son solo la punta del iceberg de una corrupción que se ha propagado como cáncer. Ignacio Ovalle, con un historial negro como funcionario corrupto, no solo no fue castigado, sino que fue premiado con otro cargo, protegido por "ser amigo del señor". Desde sus mañaneras, López Obrador ondeó la bandera de la honestidad, pero sus acciones se desmentían por sí solas.

En términos de seguridad, la política de "abrazos y no balazos" resultó ser un rotundo fracaso. El país, sumido en un estado de violencia incontrolable, alcanzó cifras récord de homicidios dolosos. Casi 200 mil vidas se perdieron durante este sexenio, víctimas de un gobierno incapaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Municipios como Culiacán y estados como Michoacán, Guerrero y Chiapas, son testigos del poder absoluto del crimen organizado. Esos territorios ya no pertenecen al país, sino que han sido cedidos sin resistencia.

En el ámbito económico, las decisiones tomadas en los últimos meses han incrementado la incertidumbre. El dólar, que parecía estabilizarse, subió más de tres pesos desde las elecciones, lo que impacta directamente a la economía de los mexicanos. Sin embargo, desde Palacio Nacional todo se percibe como un logro; la inflación, el aumento del costo de la vida y la pobreza creciente son "otros datos" que se ocultan tras las cortinas del poder.

En la educación, el legado es igual de sombrío. Los resultados en las evaluaciones internacionales, como la prueba PISA, evidencian un sistema educativo deteriorado. Nuestros niños y jóvenes no tienen el acceso a una educación de calidad, y en lugar de eso, se les ofrece adoctrinamiento. Los libros de texto gratuito, lleno de propaganda política, han dejado de ser herramientas de formación para convertirse en instrumentos de manipulación. Miles de millones de pesos, provenientes de los impuestos de todos los mexicanos, se han destinado a programas sin impacto, mientras nuestros niños tienen hambre, sed y miedo. No solo temen por la inseguridad que crece sin control, sino que también temen convertirse en adultos olvidados y marginados.

En el Congreso, la situación es igual de desalentadora. Un espacio que debería ser el centro del debate y la construcción de soluciones se ha transformado en un circo de descalificaciones. Los legisladores, aquellos que debían ser la voz del pueblo, se han convertido en piezas de un juego de poder donde el triunfo no se mide en el trabajo hecho, sino en quién grita más fuerte o difama mejor al oponente. Sirvieron fielmente a López Obrador, aprobando sin cuestionamientos la reforma al Poder Judicial y la incorporación de la Guardia Nacional a la SEDENA, cumpliendo así las órdenes del Ejecutivo sin el más mínimo análisis o debate. La corrupción y la negligencia han vaciado de sentido a la política, y mientras tanto, el país se desmorona en medio del caos y la desigualdad.

La polarización fue quizá el mayor legado de López Obrador. Durante seis años, el presidente se dedicó a dividir, a confrontar, a señalar enemigos. No hubo espacio para el diálogo ni para la construcción de consensos. Desde la tribuna presidencial, AMLO se presentó como el dueño de la verdad absoluta, incapaz de aceptar una crítica, incapaz de reconocer sus errores. El costo de esa ceguera lo pagan millones de mexicanas y mexicanos que hoy viven en un país más dividido y más violento.

El poder cegó a López Obrador. Sus decisiones fueron tomadas "tras las cortinas del poder", donde las verdaderas motivaciones se esconden del escrutinio público. Lo que se mostraba al pueblo era solo un espectáculo, una imagen cuidadosamente construida, mientras las decisiones reales se tomaban en la oscuridad. Y mientras tanto, los problemas del país seguían creciendo: más pobres, más violencia, menos esperanza.

¿Hasta cuándo despertará la conciencia política de los mexicanos? En 2024, tuvimos una oportunidad, pero millones prefirieron quedarse en casa, ignorar la responsabilidad de votar y permitir que el destino del país siguiera en manos de aquellos que no piensan en el bien común. Las oportunidades se toman o se pagan las consecuencias, y hoy, pagamos el precio de nuestra indiferencia.

No podemos seguir esperando héroes que vengan a salvarnos, México no necesita salvadores, necesita ciudadanos conscientes, necesita un despertar colectivo. Esta tercera insurrección mexicana no es una guerra contra otros, es una lucha interna, es la batalla que debemos librar en nuestros corazones, con las únicas armas que pueden salvar a nuestra nación: la paz, el trabajo y el amor por la patria. Es tiempo de dejar atrás la resignación, es tiempo de dejar de suicidarnos lentamente como país y empezar a construir, cada uno de nosotros, el México que merecemos. Excelente inicio de semana.