28/06/2024 17:15 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 28/06/2024
"La democracia no es compatible con el autoritarismo, pues mientras una promueve la libertad y la participación, el otro busca el control y la dominación." - Abraham Lincoln
Por Isidro Aguado Santacruz
Hoy abordó un tema de suma relevancia para nuestra democracia y el futuro de nuestro país. La independencia del Poder Judicial y la integridad de nuestras instituciones están en juego, frente a las amenazas de un régimen que busca consolidar su control a toda costa.
A principios de 1930, Alemania estaba sumida en una profunda crisis económica y política. Fue en este contexto que el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP) logró un notable ascenso en las urnas. En 1933, su líder, Adolf Hitler, fue nombrado canciller.
Con la muerte del presidente Paul von Hindenburg el 2 de agosto de 1934, Hitler consolidó su poder, proclamándose Führer de Alemania. Bajo su liderazgo, se instauraron políticas que promovían una visión radicalmente nacionalista: Alemania debía ser exclusivamente para los alemanes de raza aria.
La nueva administración exigió la expulsión inmediata de los extranjeros que habían inmigrado al país. Además, los opositores y aquellos considerados enemigos del Estado fueron detenidos y enviados a campos de concentración y trabajos forzados, estableciendo un régimen de terror y represión.
Los enemigos del Estado, según la visión extremista, incluyen a los socialdemócratas, comunistas, judíos, gitanos, discapacitados y todos aquellos que no encajen en el molde de una supuesta pureza racial. Las SA, bajo el mando del implacable Ernst Röhm, tenían como misión principal el terror y la represión: golpear, asesinar a mujeres, niños, ancianos y, especialmente, a los opositores del Partido Nazi. Sin embargo, en un giro dramático, Hitler ordenó la purga de las SA, resultando en la ejecución de Röhm durante la famosa "Noche de los cuchillos largos".
El control paramilitar pasó entonces a manos del brutal Heinrich Himmler, líder de las SS.
En estos tiempos de gran incertidumbre y desafío, reflexionemos sobre las amenazas que acechan a nuestra sociedad. La historia nos enseña lecciones valiosas y, al evocarlas, encontramos paralelismos inquietantes con la situación actual. Recordemos, pues, las palabras y acciones de aquellos que buscaban subyugar la diversidad y pluralidad en favor de una visión totalitaria.
México atraviesa momentos aciagos, con los pilares de su régimen republicano, democrático y federal bajo asedio. La dictadura actual busca desprestigiar y aniquilar a la oposición socialdemócrata, intentando replicar el modelo nazi de imponer una nueva constitución que elimine todo vestigio de pluralidad política, estableciendo la hegemonía de un solo partido. El dictador se ha empeñado en consolidar su dominio sobre los tres poderes del Estado y ha tomado control de los órganos autónomos, incluidos aquellos encargados de los derechos humanos, la transparencia y la fiscalización del erario.
Los reaccionarios, con una estrategia que evoca los métodos más oscuros de la historia, emplean el miedo para someter a la sociedad mexicana. Utilizando al crimen organizado como instrumento, perpetúan secuestros, homicidios, extorsiones, bloqueos y quemas de transportes.
En ninguna nación del mundo, los miembros de la Suprema Corte de Justicia son seleccionados mediante el voto universal de todos los ciudadanos. Lo que busca el régimen autoritario del actual dictador es la eliminación, tanto formal como real, de un poder judicial independiente, para instaurar una Justicia sometida al poder de Morena.
El H. Ejército Mexicano ha sido deshonrado repetidamente por el "caudillo", quien ha socavado su dignidad y responsabilidad, alejándolo de sus funciones constitucionales. Los ciudadanos tenemos la obligación ineludible de proteger nuestra democracia, ya que el títere hará todo lo que el líder le dicte.
¿Puede un sistema democrático desmantelarse a sí mismo para dar paso a un régimen autoritario? En otras palabras, ¿puede suicidarse? Aunque para muchos esta idea suena contradictoria, la respuesta es afirmativa. Este fenómeno puede ocurrir incluso de manera no intencional, como si alguien disparara una pistola sin saber que estaba cargada.
Generalmente, se asume que una democracia puede ser derrocada, desmantelada o destruida mediante medios no democráticos: un golpe de Estado, el autogolpe de un presidente que disuelve el Congreso sin tener autoridad para hacerlo, o apoyándose en el Ejército para concentrar el poder, así como a través de una revolución o guerra civil que aniquile la democracia y establezca un régimen autoritario. La historia está llena de ejemplos de tales situaciones. Sin embargo, también existen casos donde la propia democracia se "autodestruye".
Los antiguos griegos lo señalaron con claridad. En una democracia, donde todo ciudadano tiene el derecho a votar para elegir a sus gobernantes, existe el riesgo de que elijan a alguien cuyo verdadero objetivo no sea fortalecer esa democracia, sino desmantelarla para concentrar el poder de manera absoluta y sin oposición. A estos individuos los llamaban demagogos.
La preocupación es válida: aquellos que alcanzan cierto grado de poder en una democracia pueden, en efecto, adoptar medidas que debiliten las instituciones democráticas y concentren el poder en sus manos o en su partido.
Estos líderes suelen justificar sus acciones con argumentos democráticos o populares, como proponer reformas para combatir la corrupción. Sin embargo, el verdadero propósito de tales reformas podría ser otorgar al demagogo el control sobre los contrapesos institucionales, erosionando así las bases mismas de la democracia.
En un ejercicio electoral que se pretendía libre, limpio y justo, el electorado, cansado de las opciones A y B, decidió votar de manera consciente e independiente por el partido C. Esta elección, indudablemente democrática, se tradujo inmediatamente en un sistema de partido único, ya que A y B desaparecieron del panorama, dejando solo a C. Sin embargo, esta situación no fue impuesta por la fuerza; fue el resultado de la libre elección de los ciudadanos en las urnas.
Así, la democracia se destruyó de forma democrática. Aunque guardando las distancias, esto es lo que ocurrió en Venezuela en 1989. Y en México, podríamos estar encaminándonos en una dirección similar. En 2018, los votantes que apoyaron a AMLO le entregaron un instrumento para, gradualmente, desmantelar la democracia, aunque ese no era el objetivo explícito de la mayoría.
AMLO no pudo actuar de inmediato, pero logró dar golpes aquí y allá, creando una Elección de Estado que transformó ese instrumento en un hacha enorme, la cual ha comenzado a usar con toda su fuerza. Muchos de los votantes de Morena en 2018 no previeron estas consecuencias, ya que no creían que AMLO tuviera tendencias dictatoriales. Otros simplemente no les importaba, y algunos incluso deseaban la destrucción de la democracia "burguesa", y lo manifestaban abiertamente.
Así, se han sentado las bases para el resurgimiento de un nuevo partido hegemónico, que aunque no idéntico al PRI, guarda muchas similitudes, incluso pudiendo ser peor, y que se irá consolidando en los próximos años.
¿Cómo impactarán las propuestas de reforma, con un panorama incierto, en el futuro de nuestra nación y hacia dónde va nuestra democracia?