03/01/2025 12:33 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 03/01/2025
Desde que México adoptó la jornada laboral de 48 horas en 1917, el reloj no ha dejado de marcar un ritmo implacable para sus trabajadores. La Constitución de aquel entonces, pionera en su reconocimiento de derechos laborales, estableció un límite que, en su tiempo, significó progreso. Sin embargo, más de un siglo después, el mundo ha cambiado, y con él, las dinámicas del trabajo.
La discusión sobre reducir la jornada laboral no es nueva, pero sí urgente: ¿es posible en 2025 transitar a una jornada de 40 horas sin que las empresas tambaleen?
Esta lucha no es reciente, ni está aislada de la historia del pensamiento crítico sobre el trabajo. En 1883, Paul Lafargue publicó El derecho a la pereza, un texto que desafió frontalmente la moral capitalista de la época. Lafargue, yerno de Karl Marx, denunciaba la obsesión por el trabajo como una forma de esclavitud moderna y abogaba por una sociedad que valorara el tiempo libre como una herramienta de emancipación y desarrollo humano. Para Lafargue, la reducción de las horas de trabajo no solo era una necesidad práctica, sino una reivindicación filosófica: liberar al hombre del yugo del trabajo excesivo para permitirle dedicarse a la creatividad, la cultura y el ocio.
Siguiendo esa premisa, países como Alemania, Suecia y Dinamarca han abrazado modelos laborales más humanos. En Dinamarca, con una jornada promedio de 37 horas, no solo se garantiza una alta productividad, sino también una de las sociedades más felices del mundo. Islandia, pionera en experimentos laborales, probó con éxito semanas de cuatro días, demostrando que el bienestar de los trabajadores puede coexistir con el rendimiento empresarial. España ha iniciado programas piloto similares, mientras que Bélgica y Japón están adaptando sus propios enfoques, buscando reducir las jornadas sin afectar el desempeño.
México, en cambio, se encuentra atado a un modelo que exige mucho y retribuye poco. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), solo el 35% del valor generado en el país llega a los trabajadores, en comparación con el promedio mundial del 52%. Esta inequidad, combinada con jornadas excesivas, coloca al país en un escenario donde los trabajadores están entre los que más horas trabajan, pero con una productividad por hora alarmantemente baja.
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha propuesto cambiar esta narrativa con un enfoque gradual y consensuado. En 2025, mesas de trabajo lideradas por la Secretaría del Trabajo buscarán establecer un nuevo pacto social que reduzca la jornada laboral a 40 horas, sin provocar rupturas económicas. Esta iniciativa no es solo un gesto político; es un reconocimiento de la necesidad histórica de replantear el modelo laboral mexicano, que ha quedado obsoleto frente a las dinámicas globales.
La pregunta central no es si las empresas pueden adaptarse, sino si como sociedad estamos dispuestos a valorar el tiempo humano por encima del lucro. Lafargue lo expresó con claridad: la obsesión por el trabajo es un vicio que consume la vida misma. Hoy, más de un siglo después de su ensayo, su mensaje sigue siendo un faro para quienes buscan un equilibrio entre la productividad y el bienestar.
Imaginemos ahora un país donde el derecho al descanso sea tan importante como el derecho al trabajo. Un país donde el reloj no marque horas de explotación, sino momentos de creación y vida. Un país imaginario que, al igual que las utopías de Lafargue, puede parecer lejano, pero que otros han comenzado a construir.
La justicia laboral no es un lujo ni un capricho; es una necesidad urgente. El debate sobre la jornada laboral en México es una oportunidad histórica para demostrar que es posible trabajar menos y vivir más, como lo han hecho otros países. Como diría Lafargue: "El hombre verdaderamente libre es aquel que tiene tiempo para sí mismo."
En 2025, México podría comenzar a detener el reloj y caminar hacia esa libertad: un futuro más humano.
Excelente fin de semana lectores.