Columnas

La historia se repite

"Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos.", Porfirio Díaz
Isidro Aguado Santacruz Archivo

La relación entre México y Estados Unidos nunca ha sido sencilla. Desde la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, pasando por la expropiación petrolera de 1938 y el Tratado de Libre Comercio en 1994, la dinámica entre ambos países ha oscilado entre la cooperación y la imposición. Hoy, en pleno siglo XXI, esa historia de equilibrios frágiles y negociaciones forzadas vuelve a repetirse con la suspensión temporal de los aranceles del 25% anunciada por Donald Trump a cambio de un despliegue inmediato de la Guardia Nacional en la frontera norte.

Esta no es la primera vez que Washington utiliza la economía como un instrumento de presión política. En 1927, durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, Estados Unidos condicionó la inversión extranjera en México a la modificación de las leyes de propiedad sobre el petróleo, una estrategia que, décadas después, encontró eco en el bloqueo financiero tras la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas.

En 2019, Trump utilizó la misma fórmula cuando amenazó con aranceles a menos que México endureciera sus políticas migratorias, lo que llevó al despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur para contener el flujo de migrantes. Ahora, el republicano recurre nuevamente a la coerción económica, condicionando la suspensión de aranceles a la militarización de la frontera, bajo el pretexto del combate al narcotráfico.

El acuerdo alcanzado por Claudia Sheinbaum para frenar, al menos temporalmente, los aranceles parece un triunfo diplomático, pero en realidad es una concesión obligada ante un chantaje comercial. México es el principal socio de Estados Unidos, con un comercio bilateral que superó los 798,000 millones de dólares en 2023, pero la relación sigue marcada por la asimetría. Mientras Trump impone condiciones para el control del narcotráfico, su propio país es el principal consumidor de fentanilo y el mayor proveedor de armas ilegales que terminan en manos del crimen organizado mexicano. La promesa de reforzar el control sobre el tráfico de armas es tan ambigua como lo fue en 2008 con la Iniciativa Mérida o en 2011 con el fallido operativo "Rápido y Furioso".

La respuesta de Canadá ante las políticas arancelarias estadounidenses introduce otro factor en esta ecuación histórica. A diferencia de México, el gobierno canadiense no optó por la negociación, sino por la represalia. Con aranceles del 25% a productos estadounidenses por un valor de 20,000 millones de dólares, ampliables a 85,000 millones, Canadá adopta una estrategia que en el pasado le permitió sobrevivir a las tensiones comerciales con Washington sin ceder soberanía. México, en cambio, mantiene una posición de contención, reflejando un dilema histórico: la necesidad de mantener estabilidad económica sin enfrentarse abiertamente a su vecino del norte.

Las cifras de la Cámara de Comercio de EE.UU. advierten que medidas proteccionistas como esta pueden reducir el crecimiento económico en un 0.5% anual, afectando sectores clave como la manufactura, el comercio transfronterizo y la industria automotriz. Pero más allá de los números, el fondo del problema es la relación estructural entre ambos países. Estados Unidos seguirá utilizando su poder económico para condicionar decisiones en México, mientras nuestro país sigue buscando formas de navegar en la tormenta sin alterar demasiado el equilibrio.

Trump ha dejado claro que busca un "acuerdo" con Sheinbaum, lo que sugiere que este episodio es solo el inicio de una serie de negociaciones bilaterales de alto riesgo. La diplomacia mexicana, históricamente pragmática, tendrá que decidir si sigue cediendo terreno o si redefine su estrategia para evitar que esta pausa arancelaria se convierta en una costumbre.

El comercio global ha dejado de ser un asunto meramente económico para convertirse en una herramienta de presión política. La pausa en los aranceles no es una victoria, sino un recordatorio de la vulnerabilidad de México ante las decisiones de Washington. La pregunta es si el gobierno mexicano logrará, en este breve plazo, generar condiciones que le permitan negociar con mayor fortaleza o si, por el contrario, este será solo el primer episodio de una serie de concesiones forzadas en el futuro inmediato.

Solo les deseo un excelente fin de semana, lectores. En política, como en el ajedrez, cada movimiento define el desenlace. La pregunta es si México está jugando con estrategia o simplemente reaccionando a los movimientos del adversario.