
07/03/2025 09:38 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 07/03/2025
En el calendario de la memoria colectiva, el 8 de marzo emerge como un faro que ilumina la incansable lucha de las mujeres por la igualdad y la justicia. Esta fecha, consagrada como el Día Internacional de la Mujer, no es una mera efeméride; es el eco de voces que, a lo largo de más de un siglo, han clamado por derechos fundamentales y han denunciado las sombras de la opresión.
La génesis de esta conmemoración se remonta a 1909, cuando en Estados Unidos se celebró el primer Día Nacional de la Mujer, impulsado por el Partido Socialista en honor a las trabajadoras textiles que protestaron en 1908 por sus precarias condiciones laborales.
Un año después, en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, Clara Zetkin propuso la instauración de un día internacional dedicado a las mujeres, propuesta que fue acogida unánimemente. Así, en 1911, se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer en países como Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
En el México contemporáneo, el 8 de marzo se ha convertido en una jornada de movilización masiva. Miles de mujeres toman las calles para visibilizar problemáticas que laceran el tejido social: desapariciones, feminicidios y diversas formas de violencia de género. Estas manifestaciones son impulsadas por el dolor de madres, hijas, hermanas, tías y abuelas que han perdido a sus seres queridos.
Sin embargo, es menester reflexionar sobre las formas que adoptan estas protestas. En diversas ciudades del país, incluidas Tijuana y otras localidades de Baja California, se han reportado daños a monumentos históricos y edificios emblemáticos durante las marchas del 8M. Por ejemplo, en Mérida, Yucatán, durante la marcha del 8 de marzo de 2023, al menos siete monumentos históricos y edificios, incluyendo el Palacio de Gobierno y la Santa Iglesia Catedral, resultaron dañados por grafitis y otros actos vandálicos.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 9, garantiza el derecho a la libre asociación y reunión pacífica con fines lícitos. Este precepto constitucional es fundamental para el ejercicio de la protesta social. No obstante, cuando las manifestaciones derivan en actos violentos o en la afectación del patrimonio cultural, se contravienen principios legales y se desvirtúa el mensaje central de la lucha feminista.
Es crucial reconocer que el patrimonio cultural es un legado colectivo que trasciende generaciones. Su preservación no solo es una obligación legal, sino también un deber moral hacia nuestra historia e identidad. Los monumentos y edificaciones históricas son testigos mudos de nuestro devenir como sociedad y su destrucción implica una pérdida irreparable.
La lucha por los derechos de las mujeres es legítima y necesaria. Las estadísticas son contundentes: según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2022 se registraron 1,015 presuntos delitos de feminicidio en México. Además, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 reveló que el 70% de las mujeres mayores de 15 años ha experimentado algún incidente de violencia a lo largo de su vida.
Estos números evidencian una realidad alarmante que exige acciones contundentes por parte del Estado y de la sociedad en su conjunto. Las manifestaciones del 8 de marzo son una expresión legítima de esta exigencia. Sin embargo, es imperativo que estas protestas se realicen de manera pacífica y respetuosa del entorno urbano y cultural.
La historia nos ha enseñado que las transformaciones sociales más profundas se han gestado desde la resistencia pacífica.
Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr. son ejemplos paradigmáticos de cómo la no violencia puede derribar sistemas opresivos y conquistar derechos fundamentales.
En este 8 de marzo, honremos la memoria de las mujeres que nos precedieron en la lucha por la igualdad. Manifestémonos con la fuerza de la razón y el corazón, sin recurrir a la violencia que tanto repudiamos. Preservemos nuestro patrimonio cultural como símbolo de nuestra identidad y legado para las futuras generaciones.
A todas las mujeres que, con su valentía y determinación, han forjado caminos de esperanza y justicia, les dedicó este verso:
Mujer de mil batallas y mil sueños,
forjadora de caminos y de anhelos.
En tus manos llevas la esperanza,
en tu voz, la fuerza de la alianza.
Eres llama que no se apaga,
río que su cauce no desvía.
Tu lucha es canto de libertad,
eco eterno de la humanidad.
Que este 8 de marzo sea una jornada de reflexión, acción y, sobre todo, de paz. Porque la verdadera revolución se gesta en el respeto y la empatía, pilares fundamentales de la sociedad que anhelamos construir.
Excelente fin de semana, queridos lectores. La historia se escribe día a día. Seamos protagonistas, no espectadores.