La partida de quien quiso construir
"La política es el arte de gobernar para el bien común. El verdadero fin de la política no es el poder por el poder, sino la justicia y el bienestar de la comunidad."— Aristóteles, La Política
Por Isidro Aguado Santacruz
Hoy, en Cambio de Ritmo, cambiamos de ritmo, como cada semana, y nos enfrentamos a una reflexión política crucial sobre la situación de Baja California y los partidos que dicen ser la alternativa para la ciudadanía.
La reciente renuncia de David Saúl Guakil a Movimiento Ciudadano es mucho más que un cambio interno; es una llamada de atención sobre las dinámicas de poder, el estancamiento político y la resistencia al verdadero cambio. La renuncia de Guakil refleja las fisuras y contradicciones internas del partido y, al mismo tiempo, abre la puerta a un análisis más profundo sobre lo que realmente significa la política en Baja California, y sobre cómo los discursos vacíos y la falta de compromiso genuino siguen dominando nuestro panorama político.
David Saúl Guakil, durante sus años en Movimiento Ciudadano, intentó construir un partido que pudiera ser una opción real para los bajacalifornianos. A pesar de sus esfuerzos por consolidar un proyecto plural y democrático, las decisiones clave se vieron limitadas por un solo actor: Alcibíades García Lizardi. A pesar de ser el partido que en teoría predica la renovación y lo nuevo, Movimiento Ciudadano en Baja California no ha logrado crecer de manera significativa.
La comodidad de ser un partido pequeño y mantener una estructura centralizada bajo el control absoluto de una sola persona ha llevado a Movimiento Ciudadano a la irrelevancia. En lugar de ser un espacio de innovación, se ha convertido en un club de poder limitado y endogámico, donde las promesas de "nuevas ideas" y "nuevos liderazgos" se desvanecen ante la realidad de una política que sigue las mismas lógicas de siempre. En lugar de generar un verdadero cambio, Movimiento Ciudadano se ha conformado con hacer ruido en redes sociales, creando una imagen de "lo nuevo" que, al final, no cambia nada. La política no se construye con likes, sino con propuestas reales y con el compromiso de resolver los problemas estructurales que afectan a nuestra sociedad.
Los problemas de Baja California son profundos: la inseguridad, que sigue manteniendo a Tijuana como una de las ciudades más violentas del mundo; la corrupción, que persiste como un flagelo en la política local; la pobreza, que afecta a más del 30% de la población; el desempleo, que oculta una precarización creciente en las condiciones laborales; y la falta de acceso a una educación de calidad, especialmente en las zonas marginadas. Estos problemas no se resuelven con discursos vacíos, sino con una verdadera voluntad de cambio y con propuestas que respondan a las necesidades reales de la gente.
Si los partidos políticos no están dispuestos a comprometerse de manera auténtica con estos problemas, seguirán siendo parte del problema, no de la solución.
Es momento de replantearnos qué significa realmente la política. Un libro que puede ayudarnos a reflexionar sobre la verdadera esencia de la política es La Política, de Aristóteles, un texto fundamental que destaca cómo la política debe ser entendida como un instrumento para el bien común y no como un medio para alcanzar intereses individuales o de grupos pequeños. Aristóteles, en su análisis, expone que las democracias no deben ser superficiales, sino que deben reflejar una deliberación constante entre los ciudadanos, un compromiso con la justicia y la equidad. La política, según Aristóteles, debe ser una actividad que busque el bienestar colectivo, no solo el beneficio de unos pocos.
En este sentido, podríamos tomar ejemplo de países como Uruguay, que ha logrado una renovación política genuina a través de una democracia participativa y un compromiso real con la justicia social. Uruguay ha logrado reducir la pobreza a menos del 10% de su población, tiene una de las tasas de criminalidad más bajas de la región y ha implementado reformas educativas que benefician a todas las capas sociales. Este tipo de cambio no se logra con discursos vacíos, sino con un enfoque estructural y con políticas públicas que realmente mejoren la calidad de vida de la gente.
Lo mismo puede decirse de Costa Rica, que a lo largo de las últimas dos décadas ha implementado reformas fiscales y sociales que han convertido al país en uno de los modelos más exitosos en América Latina en términos de desarrollo humano, transparencia y seguridad. La política en Costa Rica ha sido capaz de superar los vicios de la corrupción y de construir una democracia fuerte que se basa en el compromiso real con las necesidades de la población.
Lo que está claro es que Baja California necesita algo más que un cambio superficial. Necesitamos una política que no se quede en lo meramente discursivo, sino que se traduzca en hechos concretos. Los líderes deben entender que la política es el arte de resolver problemas, no el arte de vender humo en las redes sociales. Las y los Baja Californianos deben decidir si quieren seguir apostando por un cambio que no cambia nada, o si realmente vamos a buscar una política nueva, una política de verdad, que sea capaz de transformar las estructuras que nos mantienen estancados.
David Saúl Guakil se va con la dignidad de haber intentado hacer algo diferente, de haber luchado por un cambio real, aunque no haya sido posible dentro de las estructuras de Movimiento Ciudadano. Su salida, lejos de ser una derrota, debe ser un punto de reflexión para todos los que creemos que Baja California puede y debe ser diferente. En política, como en la vida, los momentos de quiebre son una oportunidad para reconfigurar lo que no funciona. Este es uno de esos momentos.
Excelente fin de semana lectores.