Columnas

La política: Un arte sin dueño

En la Grecia antigua, la política era una virtud, un compromiso con la comunidad y una aspiración a lo universal.
Isidro Aguado Santacruz Archivo

_"El arte de la política consiste en hacer posible lo necesario."6_
— Aristóteles

Por Isidro Aguado Santacruz

En la Grecia antigua, la política era una virtud, un compromiso con la comunidad y una aspiración a lo universal. No era un juego de intereses ni una herramienta para satisfacer ambiciones personales, sino el espacio donde se definía el destino colectivo. Era, como decía Aristóteles, el medio para alcanzar la felicidad de la polis, una actividad que requería coraje, sabiduría y justicia. Hoy, en contraste, la política parece haber caído en manos de quienes confunden poder con propiedad, servicio con dominación, y debate con imposición. Este fenómeno no es exclusivo, pero Baja California lo ilustra de manera ejemplar.

La reciente Reunión de Unidad de Movimiento Ciudadano (MC) trajo consigo una afirmación contundente: Movimiento Ciudadano no tiene dueño. David Saúl Guakil no solo enunció esta verdad, sino que la ancló en una crítica severa a las prácticas que buscan regresar a una política anquilosada y mezquina. Movimiento Ciudadano no puede ser, ni debe ser, un feudo manejado por caciques que solo aspiran a convertirlo en un partido de bajo perfil, sin más propósito que el de recolectar las prerrogativas mínimas necesarias para sostener a sus círculos cercanos. Este no es un problema menor, es el síntoma de una enfermedad que ha deteriorado la vida política nacional: la privatización de los partidos, su conversión en empresas familiares o en vehículos de intereses personales.

La política, la verdadera política, exige disenso, pero también diálogo. Implica unidad, pero no unanimidad. Este es el gran desafío de Movimiento Ciudadano en Baja California y, por extensión, de todos los movimientos que aspiran a trascender las viejas prácticas. Como bien señaló Armando Díaz Hoelfich, la buena política nace de quienes hacen el trabajo real: los militantes, los simpatizantes, las brigadas que, muchas veces sin grandes recursos, logran construir una fuerza capaz de desafiar al status quo. Reducir ese esfuerzo colectivo al capricho de unos pocos no es solo una injusticia; es una traición a la esencia misma de la política.

Sin embargo, el peligro no solo radica en las ambiciones personales, sino en la ignorancia. Gobernar, o siquiera participar en política, requiere preparación, reflexión y un compromiso ético. En el vacío de ideas y valores, florecen los peores liderazgos, aquellos que confunden manipulación con estrategia y control con legitimidad. La política es, como advertía Carlos Fuentes, un teatro en el que los actores secundarios a menudo se creen protagonistas. Y ahí radica el riesgo: en que los mediocres se apropien de un escenario que exige grandeza.

David Saúl Guakil tiene razón cuando dice que el avance de Movimiento Ciudadano no pertenece a una sola persona, sino a todas y todos. Pero esa verdad debe ser más que un lema; debe convertirse en una práctica cotidiana. El reto no es menor, construir un partido democrático, abierto y enfocado en el bienestar de los ciudadanos, no en la perpetuación de las viejas mañas. Esto implica enfrentarse no solo a los enemigos externos, sino también a los internos, a esos que, desde las sombras, buscan minar el esfuerzo colectivo.

La política no puede seguir siendo un instrumento para destruir, sino un camino para construir. En Baja California, como en todo México, la gente está cansada de promesas vacías y de liderazgos huecos. Quiere algo más: un movimiento que represente sus aspiraciones, que trabaje por su bienestar y que no olvide que la política es, ante todo, un acto de amor hacia la comunidad.

Si los antiguos griegos nos enseñaron algo, es que la política debe aspirar a lo universal. No puede reducirse a intereses personales ni a pequeñas disputas. Es el arte de gobernar para todos, con justicia y prudencia. La historia nos juzgará no por nuestras palabras, sino por nuestras acciones. Y si queremos que ese juicio sea favorable, debemos recordar siempre que la política, cuando es verdadera, es una de las expresiones más altas de la humanidad.

La verdadera política no tiene dueños, ni colores, ni caciques. Es un puente hacia el futuro y una promesa de esperanza. Movimiento Ciudadano, como todo esfuerzo colectivo, será tan grande como lo sean sus ideales y tan fuerte como lo sea la convicción de quienes lo integran. Que no lo olviden aquellos que pretenden apropiarse de lo que, por naturaleza, es de todos. Excelente inicio de semana lectores.