12/11/2024 15:14 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 12/11/2024
Hoy, en Cambio de ritmo, quiero centrarme en un tema que me llamó la atención: lo que está ocurriendo en el partido Movimiento Ciudadano en Baja California. Las tensiones internas y las decisiones recientes en esta organización reflejan un panorama político que merece ser analizado y a continuación, les comparto algunas reflexiones sobre ello.
Por décadas, la política en México ha transitado por senderos donde el debate pierde profundidad y se convierte en un intercambio de ataques personales, calumnias y estrategias que desvirtúan su verdadera esencia. Este juego sucio, que con frecuencia se repite incluso entre quienes comparten los mismos colores e ideologías, no es política en su sentido más elevado, sino un reflejo de la falta de educación ética y cívica en quienes dicen representarnos. La política, en su raíz, debe ser la herramienta para construir el bienestar común, y no un terreno donde la confrontación vacía se imponga sobre la razón y el diálogo.
La historia de las ideas políticas nos ha legado una profunda reflexión sobre lo que realmente significa gobernar. Platón, en su obra La República, abordó la idea de educar a los gobernantes, proponiendo un programa integral de estudios para aquellos que desempeñarían roles de liderazgo en la ciudad. Para Platón, el poder y la sabiduría deben caminar juntos, ya que "quién no sepa filosofía no podrá gobernar la república". Según él, los gobernantes deben ser filósofos, personas con sabiduría y carácter, capaces de discernir entre el bien y el mal, y comprometidos con el bienestar colectivo. Esta propuesta no solo abogaba por la educación de los futuros gobernantes, sino por una educación integral que cultivara tanto el cuerpo como el alma, la inteligencia y el carácter. La política, para Platón, no es simplemente un ejercicio de poder, sino una disciplina moral y filosófica que requiere de una formación profunda y rigurosa.
Aristóteles, en su Política, asume la ciudad como un hecho natural, y en su visión, el hombre es un Zoon politikon, un ser social por naturaleza, que necesita vivir en comunidad para alcanzar su máximo potencial. Según Aristóteles, la política no debe ser entendida como una lucha por el poder, sino como una búsqueda de la felicidad colectiva, donde la justicia y la amistad son los valores fundamentales que deben regir los asuntos públicos. Para él, el Estado tiene como fin último la felicidad de sus ciudadanos, y la participación en la política debe ser el reflejo de una voluntad ética, donde el individuo actúa por el bien común y no por intereses egoístas o mezquinos. La política, por tanto, es un arte moral, no solo una cuestión de poder, y exige una ética que guíe todas las decisiones públicas.
Por otro lado, Maquiavelo, en El Príncipe, presenta una visión más pragmática y realista del poder, separando la política de la moralidad. Para él, el gobernante debe ser astuto y eficaz, dispuesto a hacer lo que sea necesario para mantener el poder y la estabilidad del Estado, aunque esto implique transgredir normas éticas tradicionales. Maquiavelo nos muestra un panorama donde la política se reduce a un juego de poder, donde la moral y la ética pueden quedar en segundo plano ante la necesidad de sobrevivir políticamente.
Hoy, en México, seguimos viendo la política como un campo de batalla donde las luchas internas y los intereses personales priman sobre los ideales colectivos. Las recientes tensiones dentro de Movimiento Ciudadano en Baja California son un reflejo de esta desconexión entre la política como servicio y la política como poder. La designación de Daylín García como dirigente estatal provisional del partido, hasta un año antes de las elecciones internas que se celebrarán en enero, busca definir quién será la próxima persona encargada de liderar el partido en el estado. La elección de García, con su experiencia como diputada local, subraya la responsabilidad crucial que tiene este rol en un contexto de reformas y crecimiento. Sin embargo, este proceso también ha puesto de manifiesto las divisiones internas dentro de un partido que, a pesar de su potencial, aún se enfrenta a desafíos para consolidarse en un estado tan complejo y marcado por la crisis política y social.
Al mirar figuras como David Saúl Guakil, se nos recuerda que la política debe ser un ejercicio de servicio y compromiso con la comunidad, por encima de las estrategias internas. Guakil, quien en una entrevista pasada expresó su profundo amor por Tijuana, destacó que esta ciudad es su casa y la razón de su constante esfuerzo por mejorarla. Con una trayectoria de dedicación al desarrollo regional, ha trabajado de manera incansable por el bienestar de Baja California, tanto en la esfera política como en la comunidad empresarial. Más allá de los intereses partidistas, su visión está orientada al futuro de los ciudadanos, buscando soluciones concretas para los problemas que enfrenta la región. La política, para Guakil, es un medio para transformar la realidad, y su enfoque siempre ha sido la construcción de un mejor futuro para los tijuanenses y bajacalifornianos. Su capacidad para trabajar de manera inclusiva, con respeto a la diversidad de opiniones y sectores, es un modelo de lo que significa ser un verdadero servidor público, capaz de anteponer los intereses de la ciudadanía por encima de los cálculos personales o partidarios.
Es imperativo reconocer que el verdadero objetivo de la política no es la confrontación, sino la unidad en torno a los principios de justicia y bienestar común. El desafío no es menor. Si queremos que la política sea una herramienta para el progreso y no para la división, debemos educarnos, aprender de nuestros errores y trabajar por el bien de todos. La verdadera política es aquella que se construye desde el diálogo, la reflexión y la acción ética. La política que nos necesita no es la que busca el poder por el poder, sino la que se dedica a servir a la comunidad con integridad y sabiduría.
Al final, la política debe ser un reflejo de nuestras aspiraciones más elevadas como sociedad. Necesitamos políticos que no solo comprendan el poder, sino que también sean conscientes de la responsabilidad que conlleva. Que la política regrese a su esencia: un servicio al prójimo, un esfuerzo colectivo para alcanzar una vida más justa y equitativa para todos. No podemos permitir que se siga jugando a la política como un espectáculo vacío. Hoy es el momento de hacer de la política un acto de amor a la humanidad, un compromiso firme con el futuro de nuestras generaciones. La política es la posibilidad de transformar nuestras realidades más difíciles en sueños alcanzables, y solo con una educación profunda, con valores firmes y con un propósito común, podremos lograrlo.
Es hora de que la política vuelva a ser la ciencia del bien común, donde el poder no sea un fin, sino un medio para alcanzar una sociedad justa y fraterna. Excelente inicio de semana lectores.