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Cambio de ritmo

Las fronteras del alma

Conocí a Mariana en un albergue cerca de la frontera. Había llegado ahí tras semanas de incertidumbre, con la esperanza de encontrar una oportunidad en el país al que muchos llaman "la tierra de los sueños".
Isidro Aguado Santacruz Archivo

"La humanidad no debe hacer distinción entre razas, credos, color o nacionalidad, porque la raíz de todos los males es la indiferencia." -Mahatma Gandhi

Por Isidro Aguado Santacruz

Conocí a Mariana en un albergue cerca de la frontera. Había llegado ahí tras semanas de incertidumbre, con la esperanza de encontrar una oportunidad en el país al que muchos llaman "la tierra de los sueños". Pero esos sueños, me dijo, se estaban desmoronando ante sus ojos. "Yo no venía a quitar nada, solo quería trabajar y mandar algo a mi familia. Pero ahora siento que ni eso puedo hacer", me confesó.

Su historia se entrelaza con la de miles que, como ella, llegaron hasta este punto bajo promesas de un futuro mejor, solo para encontrarse con las políticas migratorias más agresivas de las últimas décadas. El regreso de Donald Trump a la presidencia no solo reavivó el discurso del "muro" que tanto resonó en su primer mandato; esta vez llegó acompañado de un plan más severo de deportaciones masivas y restricciones draconianas para quienes buscan ingresar bajo el amparo de la ayuda humanitaria.

Desde que retomó el poder, Trump ha reiterado su compromiso de deportar a millones de personas indocumentadas. Los números son alarmantes: se estima que más de 2 millones de deportaciones podrían llevarse a cabo en los primeros años de su mandato, una cifra que supera incluso a las implementadas durante su primer periodo presidencial. Familias enteras, como la de Mariana, viven bajo la constante amenaza de ser separadas. "Aquí todos vivimos con miedo", me dijo mientras observaba a un grupo de niños jugando en el patio polvoriento del albergue. "Miedo de que te toquen la puerta y no te den tiempo ni de despedirte."

Mariana dejó Oaxaca con la esperanza de ofrecerle un mejor futuro a su hijo. Vendió lo poco que tenía y emprendió el viaje hacia el norte, confiando en que podría ingresar bajo un programa de ayuda humanitaria. Pero con el endurecimiento de las políticas migratorias, esas puertas se cerraron. "Nos dicen que regresemos, que lo intentemos por la vía legal, pero no entienden que para muchos de nosotros eso no es una opción. No podemos esperar meses, ni años, mientras nuestras familias pasan hambre."

El nuevo gobierno ha implementado medidas que eliminan opciones como el asilo para quienes no pueden demostrar un "peligro inminente" en sus países de origen. Además, las políticas conocidas como "Remain in Mexico" han dejado a miles varados en la frontera, en campamentos precarios donde las condiciones son insostenibles. "Aquí no hay comida suficiente, no hay agua limpia, y las noches son terribles. Algunos dicen que mejor regresan a sus pueblos, pero yo sé que si vuelvo, solo nos espera la misma miseria de siempre", comentó Mariana.

Entre las historias que me compartió, me habló de una familia hondureña con la que se encontró en su trayecto. Una madre viajaba con sus dos hijas, de 8 y 5 años. Habían huido de la violencia en su comunidad, pero tras llegar a la frontera, se les negó el acceso al asilo y ahora enfrentaban la posibilidad de deportación inmediata. "La niña mayor me decía que extrañaba su escuela, pero que sabía que no podía volver. ¿Cómo le explicas a un niño que no tiene dónde estar?"

Las cifras son devastadoras. En 2024, más de 150,000 personas intentaron cruzar la frontera sur de Estados Unidos buscando asilo, pero solo una fracción recibió la oportunidad de presentar su caso. El resto, incluidos miles de niños, fueron enviados de vuelta a países donde la violencia, el hambre o la desesperanza los esperan con los brazos abiertos.

Mariana también teme por su futuro. Si las deportaciones masivas avanzan, sabe que en cualquier momento podría ser devuelta a Oaxaca, donde las condiciones que la obligaron a marcharse siguen igual o peor. "Allá no hay trabajo, no hay oportunidades. ¿Qué voy a hacer si me regresan? ¿Cómo le voy a explicar a mi hijo que todo esto fue en vano?", me dijo con los ojos llenos de lágrimas.

Las políticas de Trump no solo separan familias; también despojan a miles de personas de su dignidad y de la posibilidad de construir una vida mejor. Mariana y tantos otros que se encuentran en su situación no son números en una estadística; son seres humanos con historias, sueños y una valentía que desafía cualquier frontera.

Pero esa valentía no puede sola. Mientras se endurecen las leyes y se levantan más barreras, queda en nuestras manos cuestionar la indiferencia con la que se manejan estas vidas. Porque más allá de los discursos políticos y las cifras de deportaciones, lo que está en juego es la esencia misma de nuestra humanidad.
Cuando me despedí de Mariana, ella me agradeció por escucharla. "No sé qué va a pasar", me dijo, "pero tengo que creer que todo esto vale la pena. Tengo que hacerlo, por mi hijo, por mí." Y en su mirada, vi no solo el miedo, sino también una fuerza inquebrantable, la misma que mueve a miles de personas a cruzar desiertos y ríos, a enfrentarse al rechazo y al peligro, porque al final del camino, todavía creen que un nuevo comienzo es posible.

En cambio de ritmo, espero les haya gustado esta historia. Como cada semana, cambiamos de ritmo, lectores.