Columnas

Las grietas de la Constitución

"No basta proclamar derechos y garantías; es indispensable que en la realidad se respeten y se cumplan.", Venustiano Carranza.
Isidro Aguado Santacruz Archivo

El 5 de febrero de 1917, en el Teatro de la República de Querétaro, un grupo de hombres con rostros duros y manos marcadas por la historia firmaron el documento que habría de regir el destino de México. Venían de la guerra, de las luchas intestinas, de la traición y la esperanza. Entre ellos estaban Venustiano Carranza, Luis Manuel Rojas, Francisco J. Múgica, Félix F. Palavicini, Hilario Medina. Estaban los que creían en el derecho y los que desconfiaban de él, los que veían en la tinta de la ley una oportunidad y los que sabían que, tarde o temprano, la realidad terminaría por desmentirla.

Han pasado 107 años desde aquel día y la Constitución que nació como un grito de justicia ha sido mutilada, remendada y distorsionada. Más de 700 reformas han desgarrado su espíritu original, algunas necesarias, otras oportunistas, muchas de ellas impuestas por la voluntad de quienes han entendido la ley como un traje a la medida de su poder. Lo que una vez fue una carta de principios revolucionarios se ha convertido en un campo de batalla donde el derecho y la política se desgarran mutuamente.

Este año, el aniversario de la Constitución llega con un aire denso, cargado de tensiones entre poderes. En 2024, la ministra Norma Piña decidió no asistir a la ceremonia, enviando en su lugar a Alberto Pérez Dayán, quien había sido pieza clave en la fractura del bloque de ocho ministros que intentaban frenar la reforma judicial. La ausencia no fue casualidad: simbolizaba la distancia cada vez más profunda entre el Poder Judicial y el Ejecutivo. Hoy, con el proceso de elección de juzgadores programado para el 1 de junio, esa grieta se ensancha con cada nuevo amparo, con cada intento de frenar el avance de una reforma que amenaza con cambiar el equilibrio de la justicia en México.

Desde el Poder Judicial han lanzado acciones legales para frenar lo inevitable. Han buscado bloquear el trabajo legislativo, sembrar el miedo, entorpecer el desempeño del organismo electoral y hasta ordenar la retirada de la reforma del Diario Oficial de la Federación. No es la primera vez que la ley se convierte en arma, ni será la última. La pregunta no es quién ganará esta guerra, sino cuánto de nuestra democracia se perderá en el proceso.

Hace poco, caminando por la calle, escuché una conversación que me hizo detenerme:
—El lunes no hay trabajo.
—¿Ah sí? Qué bueno. ¿Y qué se festeja?
—No sé, solo sé que es día de descanso.

Me dio curiosidad esa escena. Un día que conmemora la promulgación de la Constitución es, para muchos, solo una fecha que permite un puente largo. La memoria histórica se va diluyendo en la rutina de los días festivos sin contexto.
Este 2025, el miércoles 5 de febrero será día hábil, pero el festivo se recorre al lunes 3 de febrero debido a la reforma a la Ley Federal del Trabajo en el año 2000, que estableció los llamados puentes largos. Desde 2006, los días festivos oficiales que no caen en lunes se trasladan al primer lunes de la semana, con el propósito de fomentar el turismo y el descanso de los trabajadores sin afectar la productividad del país. Así, lo que antes era una conmemoración solemne y rígida, se ha convertido en un fin de semana largo con hoteles llenos y carreteras abarrotadas.

Si hiciéramos un ejercicio de memoria, veríamos que la Constitución de 1917 no es la misma que nos rige hoy. Mientras que la Constitución de los Estados Unidos ha tenido apenas 27 enmiendas en más de dos siglos, la nuestra ha sido un laboratorio de constantes experimentos jurídicos. Su estructura ha sido moldeada tantas veces que, en algunos apartados, poco queda de su versión original. En este vaivén de reformas, ¿hemos mejorado la vida democrática del país o solo la hemos hecho más maleable a los intereses de quienes gobiernan?

Cada aniversario de la Constitución es una oportunidad para preguntarnos si realmente seguimos los principios de quienes la firmaron en 1917 o si solo los usamos como pretexto para construir nuevos mecanismos de control. En Querétaro, bajo los muros del mismo teatro donde nació nuestra carta magna, quedará flotando una pregunta: ¿cuánto más podrá resistir la Constitución antes de que su última reforma la convierta en algo irreconocible?

En este espacio, cambio de ritmo y me doy a la tarea de otorgarte lo que cada semana vamos renovando, estimado lector. Te deseo un excelente puente.