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Los mitos de la Independencia

Sin embargo, al observar con detenimiento, descubrimos que la historia que nos contaron está plagada de mitos y distorsiones.

Isidro Aguado Santacruz
Isidro Aguado Santacruz Archivo

por Isidro Aguado Santacruz

17/09/2024 09:55 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 17/09/2024

  • "Las revoluciones no son el producto de la espontaneidad popular, sino el resultado de una planificación meticulosa, donde los verdaderos héroes son aquellos que logran unir las fuerzas dispersas hacia un solo objetivo." — Agustín de Iturbide, 1821.

TIJUANA.- Cada semana, en este espacio, cambiamos de ritmo para explorar y reflexionar sobre los temas más trascendentales de nuestro país. En esta ocasión, quiero aprovechar este espacio para hablar de un hecho relevante y cercano a todas y todos los mexicanos: nuestra Independencia. Ayer, 16 de septiembre, celebramos una de las fechas más emblemáticas de nuestra historia, el llamado Grito de Independencia.

Sin embargo, al observar con detenimiento, descubrimos que la historia que nos contaron está plagada de mitos y distorsiones. Hoy, en este artículo, me propongo cuestionar lo que por años se ha enseñado en las aulas y en los discursos oficiales.

Nos encontramos en pleno mes patrio, cuando México se engalana para recordar su independencia, principalmente el 15 y 16 de septiembre. La ceremonia del Grito y el desfile militar forman parte del ritual que une a las familias mexicanas, acompañadas por platillos típicos como el pozole. Pero, sorprendentemente, el día que realmente deberíamos conmemorar con mayor fervor es el 27 de septiembre, fecha en la que Agustín de Iturbide entró triunfante a la Ciudad de México al frente del Ejército Trigarante.

La versión oficial de nuestra independencia ha presentado a Miguel Hidalgo como el principal héroe de la gesta independentista. No obstante, Hidalgo fue más un iniciador improvisado que un estratega, y su movimiento terminó en caos, violencia y saqueos. Su rebelión desató un conflicto sin dirección, y el resultado fue su propia muerte y el fracaso de su causa. Hidalgo, arrepentido antes de morir, dejó un legado lleno de sombras.

Después de Hidalgo, José María Morelos asumió el liderazgo del movimiento con mayor claridad y objetivos más definidos. Aun así, el esfuerzo fue insuficiente y solo quedaron focos de insurgencia, entre ellos Vicente Guerrero, cuya lucha, aunque valiente, tampoco lograba poner en riesgo al virreinato.

Aquí es donde entra en escena Agustín de Iturbide, un hombre con una visión distinta. Tras haber combatido a los insurgentes, comprendió que la clave para lograr la independencia no era el desorden, sino la unidad. Bajo esa premisa, diseñó la bandera tricolor que hoy conocemos, donde el verde simboliza la independencia, el blanco la religión, y el rojo la unión de todos los habitantes de la Nueva España. Iturbide convenció a Guerrero para unir fuerzas, y así, con el apoyo de diversos grupos, la independencia de México se consumó de manera casi pacífica.

El 15 de septiembre resuena en el corazón de los mexicanos como una fecha de orgullo nacional. No obstante, la verdadera consumación de la independencia ocurrió el 27 de septiembre de 1821, cuando Iturbide selló el triunfo de un movimiento mucho más complejo de lo que las versiones oficiales suelen relatar. De hecho, el verdadero héroe de esta historia fue Iturbide, quien firmó el Plan de Iguala y, más tarde, los Tratados de Córdoba, dando fin al dominio español en México.

Es crucial entender que el malestar que llevó a la independencia no se dirigía directamente contra España, sino contra los malos gobernantes enviados desde la península, en especial tras la llegada de los Borbones. Los jesuitas mexicanos fueron expulsados en 1767, y el resentimiento creció al ver cómo virreyes corruptos saqueaban la riqueza del país. Esto no era una rebelión contra España, sino contra la mala administración y la opresión de los nuevos líderes.

La historia que nos contaron está lejos de ser exacta. Hidalgo no gritó "¡Independencia!", sino "¡Viva la Virgen de Guadalupe!" y "¡Muera el mal gobierno!", un reclamo directo contra los malos administradores, no contra la corona española. La imagen de un Hidalgo revolucionario ha sido manipulada, y su legado, si bien importante, está manchado por crímenes y desórdenes que incluso él mismo lamentó antes de morir.

En este mes de la patria, es necesario reflexionar sobre nuestra independencia con una mirada más crítica. No podemos continuar celebrando sin cuestionar lo que realmente ocurrió, y debemos honrar a quienes, como Iturbide, hicieron posible nuestra libertad, aunque su legado haya sido injustamente olvidado.

Dos siglos después, con un territorio vasto y recursos naturales en abundancia, México aún enfrenta retos que parecen más propios de una nación que sigue buscando su identidad. La pobreza, la inseguridad y la corrupción persisten, y la sombra del autoritarismo parece acercarse peligrosamente. Hoy, la independencia que tanto valoramos está bajo amenaza, no por fuerzas extranjeras, sino por la erosión interna de nuestras instituciones y nuestra democracia.

Este 16 de septiembre, más que festejar, debemos reflexionar. La libertad no es un hecho consumado, sino una conquista constante. Mientras haya vida, habrá esperanza, pero es esencial que permanezcamos unidos, vigilantes y dispuestos a defender los ideales de quienes realmente construyeron nuestra nación. La historia está viva, y nuestra independencia sigue siendo una tarea en construcción.

México, como todo país, se encuentra atrapado en la maraña de sus mitos fundacionales. Celebramos con entusiasmo las efemérides, a menudo sin detenernos a cuestionar los detalles incómodos o las narrativas tergiversadas. Al examinar la historia con detenimiento, descubrimos que los héroes oficiales rara vez son los verdaderos artífices de los grandes cambios. Hidalgo, más símbolo que estratega, fue superado por las circunstancias que él mismo desató. Iturbide, en cambio, personifica la realidad de una independencia que, lejos de ser la epopeya popular que se nos cuenta, fue el resultado de negociaciones, alianzas y pragmatismo político.

El México actual, plagado de contradicciones, nos obliga a cuestionar no solo el pasado, sino también nuestro presente. ¿De qué sirve la independencia si seguimos atados a los males que impulsaron aquella primera rebelión? La corrupción, la desigualdad y la violencia nos recuerdan que, a pesar de los siglos transcurridos, nuestras luchas aún están lejos de terminar. Solo al confrontar nuestras falsedades y corregir nuestros mitos podremos aspirar a un futuro verdaderamente libre. Porque, en última instancia, la libertad es un proceso continuo, una batalla diaria que trasciende las celebraciones y exige reflexión, crítica y acción.

Gracias lectores, Quizás algunos tengan otros datos, excelente inicio de semana.

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