Columnas

México, entre prohibiciones y violencia

Isidro Aguado Santacruz Archivo


"Las naciones tienen los gobiernos que merecen." - Joseph de Maistre

Por Isidro Aguado Santacruz

Diciembre, el mes del cierre y los balances, llega cargado de emociones encontradas. Por un lado, la esperanza de que el próximo año nos traiga mejores oportunidades; por otro, la sombra de las malas decisiones políticas y la creciente violencia que empañan cualquier intento de optimismo genuino. Esta es la realidad de un país con una democracia que, poco a poco, pierde oxígeno.

México se enfrenta a desafíos que parecen insuperables, no por su complejidad, sino por la incapacidad y la terquedad de quienes gobiernan. La reciente prohibición de la producción, distribución y venta de vapeadores y cigarros electrónicos, impulsada por la bancada morenista y sus aliados, es un claro ejemplo de esta ceguera política.
Cómo en tantas otras ocasiones, esta medida abrirá la puerta al mercado negro, un espacio donde la informalidad y la ilegalidad florecen, afectando aún más a quienes dicen querer proteger.

Prohibir en lugar de regular se ha convertido en el camino fácil, uno que ignora la experiencia internacional y el análisis profundo. Organismos como la Organización Mundial de la Salud han señalado riesgos asociados, pero también han enfatizado la necesidad de políticas equilibradas. Aquí, sin embargo, optamos por el camino de la prohibición, una medida que suele ser más tentadora para quienes gobiernan con un enfoque autoritario, más que con inteligencia o sensibilidad.

Mientras tanto, la violencia sigue escribiendo su propio capítulo trágico. Sinaloa, como muchas otras regiones del país, vive bajo el dominio de la inseguridad, esa que ha sido minimizada por una retórica desgastada y repetitiva. El gobierno, ahora encabezado en las mañaneras por la presidenta, repite el mismo discurso vacío que dejó su antecesor: culpas al pasado, promesas huecas y una narrativa de "pueblo bueno" que cada día se siente más insultante. A diario, las cifras de muertos y desaparecidos nos recuerdan que la estrategia fallida de "abrazos, no balazos" nunca fue una estrategia, sino una simple negación de la realidad.

Y luego están las viejas costumbres que se disfrazan de "nueva política." Las despensas, esos paquetes miserables de arroz y frijol que se entregan como si fueran soluciones mágicas a la pobreza, son el símbolo más triste de una clase política que no entiende, o no quiere entender, las raíces estructurales de la desigualdad. Hipocresía es la palabra que define a muchos de estos servidores públicos: condenan a los ricos en sus discursos, mientras disfrutan del lujo y el poder que su posición les otorga. ¿Cómo puede alguien hablar de justicia social desde el asiento de una camioneta blindada de millones de pesos?

Diciembre es, también, un recordatorio del tiempo que se nos va. Estamos a días de cerrar un año lleno de decepciones políticas y crisis sociales. El futuro no pinta mejor si seguimos por este camino. Cada decisión de nuestros gobernantes —desde las reformas constitucionales hasta las omisiones frente a la violencia— tiene consecuencias que nos alcanzan a todas y todos.

Es momento de cuestionarnos como sociedad: ¿qué tipo de país queremos ser? Las respuestas no serán fáciles, pero son necesarias. Ojalá que este próximo año no solo nos vaya mejor, sino que logremos empezar a exigir más de quienes tienen en sus manos el destino de México. Porque, como decía Maistre, los gobiernos reflejan a sus pueblos, y es hora de que nosotros mismos empecemos a cambiar.

El 2025 está por llegar, pero nuestra indiferencia no puede acompañarlo. Excelente fin de semana lectores.