03/09/2024 15:20 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 03/09/2024
"En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso."_
Guy Debord.
Por Isidro Aguado Santacruz
"La sociedad del espectáculo," concepto introducido por Guy Debord, parece haber encontrado su máxima expresión en México. Mientras el país enfrenta desafíos monumentales en su estructura política, social y económica, la figura más influyente del año, según Rolling Stone, es Wendy Guevara, una persona transgénero que saltó a la fama por un reality show. Esto nos invita a una profunda reflexión sobre la dirección en la que nos estamos encaminando como sociedad.
Recientemente, Rolling Stone publicó su lista anual de las 25 personalidades más influyentes de América Latina, y entre ellas se encuentra Wendy Guevara, reconocida por su participación en "La Casa de los Famosos". Esto podría ser un triunfo de la diversidad y la inclusión, pero al mismo tiempo, es un reflejo inquietante de nuestras prioridades colectivas como sociedad. En un país donde el partido político Morena sigue dominando en ambas cámaras y la reforma al poder judicial avanza sin mayor oposición, parece que nos hemos vuelto indiferentes a los problemas fundamentales que aquejan a nuestra nación.
La violencia desenfrenada, la corrupción, y la creciente desigualdad son ahora parte del paisaje cotidiano, mientras nuestras preocupaciones se centran en los personajes que habitan la televisión.
¿Realmente merecemos cada centímetro de esta realidad que nos agobia? Es hora de preguntarnos si tenemos el gobierno que merecemos y si, como sociedad, hemos fallado en nuestros deberes cívicos. Resulta paradójico que mientras 30 millones de mexicanos votan en un reality show, muchos de ellos ni siquiera se toman la molestia de participar en elecciones que podrían mejorar el destino de nuestro país.
El ascenso de Wendy Guevara como la figura más influyente de México es, sin duda, un mérito que no se puede ignorar. Cada quien tiene el derecho de buscar el éxito en los caminos que elige, y en ese sentido, Wendy ha logrado capitalizar su imagen y su historia en una sociedad ávida de entretenimiento. Sin embargo, la cuestión de fondo es mucho más alarmante: ¿Qué dice esto de nuestras prioridades y valores como nación?
Nos encontramos ante una realidad en la que los médicos, científicos, deportistas, compositores y otros profesionales que transforman vidas con sus acciones han quedado relegados a un segundo plano. En su lugar, las estrellas de reality shows y los personajes del espectáculo dominan la conversación pública y, lo que es más preocupante, influyen en la cultura y el pensamiento colectivo.
El hecho de que "La Casa de los Famosos" sea uno de los programas más vistos en México, y que su ganadora sea ahora considerada la persona más poderosa del país, nos lleva a una conclusión inevitable: estamos profundamente perdidos como nación. Mientras tanto, las ocurrencias del presidente López Obrador, las reformas al poder judicial, y la mayoría parlamentaria de Morena siguen modificando nuestra carta magna sin que parezca haber un verdadero contrapeso en la sociedad civil.
No podemos dejar que esta situación pase desapercibida. No es solo el gobierno el que debe ser cuestionado, sino también nuestra propia responsabilidad como ciudadanos.
Nos enfrentamos a una pobreza creciente, un sistema de salud y educación en ruinas, y una corrupción que parece no tener fin. Y, sin embargo, seguimos entretenidos con los últimos escándalos de la farándula.
¿Qué nos depara el futuro como sociedad? Si esta es la dirección que hemos decidido tomar, no nos quejemos cuando nos encontremos en un abismo del cual será difícil salir.
La sociedad del espectáculo en México no es solo un reflejo de nuestras preferencias mediáticas, sino una manifestación profunda de cómo hemos permitido que el entretenimiento trivial domine nuestro pensamiento colectivo. Lo lamentable no es que Wendy Guevara haya alcanzado el éxito; ella ha trabajado duro y ha sabido capitalizar las oportunidades que el espectáculo le ha brindado. Lo verdaderamente trágico es que, como sociedad, hemos caído en una trampa de superficialidad, donde lo importante ya no es el progreso ni la búsqueda de soluciones a nuestros problemas, sino el consumo incesante de distracciones que nos alejan de la realidad.
Debord describió una sociedad donde el espectáculo se convierte en el mediador de todas las relaciones humanas, y hoy, México es un ejemplo vivo de esa premisa. Hemos perdido la capacidad de indignarnos por la violencia, la corrupción, la pobreza y la injusticia, mientras que nuestra atención se centra en personajes y eventos que, aunque entretenidos, no contribuyen en nada al desarrollo de nuestra nación.
La sociedad del espectáculo en México nos ha llevado a un punto donde las reformas al poder judicial, la crisis en nuestro sistema de salud y educación, y la constante degradación de nuestro entorno político pasan desapercibidos. Nos hemos rendido ante el espectáculo, aceptando pasivamente que las decisiones cruciales para el futuro de nuestro país sean relegadas a un segundo plano.
¿A dónde vamos como sociedad? Esa es la pregunta urgente que debemos hacernos antes de que la sociedad del espectáculo en México nos conduzca a un abismo del cual no podremos escapar. El tiempo de la reflexión y la acción es ahora, antes de que sea demasiado tarde para recuperar el verdadero sentido de lo que significa ser una nación comprometida con su propio futuro.
Gracias por leerme y excelente inicio de semana.