México ante Trump
_"La diplomacia no es una opción, sino una obligación; no solo por la necesidad de sobrevivir, sino por la oportunidad de prevalecer"._ —Henry Kissinger
Por Isidro Aguado Santacruz
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca no fue simplemente un acto protocolario, sino una suerte de declaración de guerra fría contra su vecino del sur. Su discurso inaugural dejó claro que la relación entre México y Estados Unidos estaba a punto de entrar en una etapa de turbulencia inédita. Tres temas dominaron la agenda de ese día y, aunque parecían sacados de un guion populista, dejaron una estela de preocupaciones legítimas.
Primero, las nuevas reglas migratorias que, bajo el lema de "recuperar el control de las fronteras", prometen deportaciones masivas y mayores restricciones para quienes buscan asilo. No es un tema nuevo en la retórica de Trump, pero lo que hoy causa ansiedad es la posibilidad de que sus palabras, ahora respaldadas por el poder presidencial, se conviertan en una cruda realidad. México no solo enfrentará el reto humanitario de recibir a millas de deportados, sino que también verá comprometida la economía de numerosas comunidades que dependen de las remesas de sus familiares en Estados Unidos. Si alguien duda del impacto de estas políticas, basta con mirar el rostro de las familias que viven con la maleta hecha y el miedo al acecho.
En segundo lugar, la propuesta de declarar a las organizaciones mexicanas criminales como terroristas. Bajo la premisa de proteger la seguridad nacional de Estados Unidos, Trump abrió la puerta a una injerencia más agresiva en territorio mexicano. El solo hecho de que esta idea haya salido a la luz es una afrenta directa a nuestra soberanía. Si bien el argumento oficial apunta al combate contra el narcotráfico, el trasfondo es claro: justificar intervenciones que recuerdan a las páginas más oscuras del intervencionismo norteamericano. Para México, este tema es un campo minado donde cualquier paso en falso podría detonar una crisis.
El tercer punto, aunque menos explosivo, no es menos inquietante: los aranceles. Trump no ha escondido su desprecio por los acuerdos comerciales y su obsesión por el proteccionismo económico. Si bien la posposición de este tema hasta febrero puede parecer un respiro, no es más que un compás de espera. México, cuya economía está profundamente entrelazada con la de su vecino del norte, tiene mucho que perder si se desatan medidas arancelarias punitivas. Sectores clave como el automotriz y el agroindustrial podrían tambalearse, y el impacto en la inversión extranjera sería inmediato. En este ajedrez económico, Trump juega con la ventaja de ser el dueño del tablero y las piezas.
El panorama es incierto, pero en la incertidumbre también hay espacio para la audacia. México no puede permitirse el lujo de esperar pasivamente mientras su destino se negocia al otro lado de la frontera. Este es un momento de definición, donde se requiere liderazgo, inteligencia y la capacidad de construir puentes sin ceder en lo fundamental: nuestra dignidad y soberanía.
Trump ha mostrado sus cartas, y aunque el tablero esté inclinado a su favor, México tiene la fuerza para resistir y adaptarse. Nos enfrentamos a retos enormes, pero también a la oportunidad de replantear nuestra postura como nación y redoblar esfuerzos por fortalecer lo nuestro. Al final, solo quienes enfrentan las adversidades con firmeza y visión lograrán salir adelante.
Que este sea un recordatorio de que el futuro de México no se define únicamente desde Washington, sino desde cada rincón de nuestro país, donde la lucha por un mejor mañana nunca cesa.
Excelente inicio de semana, queridos lectores. La historia se escribe día a día. Seamos protagonistas, no espectadores.