25/06/2024 15:48 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 25/06/2024
La historia mexicana es rica en momentos que marcaron un antes y un después en la vida de su pueblo. Uno de esos momentos cruciales fue la proclamación del Plan de San Luis Potosí por Francisco I. Madero el 5 de octubre de 1910. Este documento encendió la chispa que daría inicio a la Revolución Mexicana, un movimiento que buscaba derrocar la dictadura de Porfirio Díaz y restaurar la democracia.
El Plan de San Luis Potosí desconocía la reelección de Díaz y los resultados de las elecciones de 1910, llamando a la insurrección armada el 20 de noviembre de ese año. El objetivo era claro: terminar con el régimen de Díaz, garantizar sufragio efectivo, y asegurar elecciones libres y justas, sin fraude. Además, el plan promovía la libertad política y civil, buscando poner fin a la represión y la censura que caracterizaban el gobierno porfirista. La reforma agraria y las reformas sociales también eran pilares esenciales, con la intención de mejorar las condiciones de vida de los mexicanos. El plan pretendía movilizar a fuerzas políticas, ciudadanas y militares para poner fin a una dictadura que había perdurado por más de tres décadas.
Aunque el régimen se presentaba como una democracia, en realidad, era una fachada cuidadosamente mantenida para perpetuar el poder en manos de una élite.
Un año después, tras numerosos enfrentamientos, Madero ingresó triunfante a la Ciudad de México. Según el historiador Santiago Portilla, se registraron 199 enfrentamientos en 24 estados, el Distrito Federal y dos territorios. Ante la magnitud del levantamiento, el régimen de Díaz comprendió que continuar la lucha sería económicamente y socialmente insostenible, con escasas posibilidades de éxito. Díaz, quien ya había perdido apoyo y credibilidad, finalmente renunció. Los antirreeleccionistas hicieron concesiones, y una salida negociada se presentó como la opción más lógica para evitar la destrucción total del sistema.
Desde esos eventos, México ha mantenido un deseo ferviente de asegurar que su voto sea efectivo y que las elecciones no sean una simulación. El recuerdo de la Revolución Mexicana es un recordatorio constante de la importancia de la voluntad popular y de evitar que una sola oligarquía política controle el país.
Hoy, cuando reflexionamos sobre estos eventos, surgen preguntas inquietantes: ¿Estamos viendo una repetición de los errores del pasado? ¿Nos enfrentamos a una dictadura similar a la de Díaz?
A más de un siglo del Plan de San Luis Potosí, la historia nos advierte sobre los peligros de las dictaduras y la concentración del poder. Es fundamental que los ciudadanos permanezcan vigilantes y comprometidos con la defensa de la democracia para evitar que se repitan los errores del pasado. México ha luchado por su libertad y justicia, y es responsabilidad de todos proteger esos logros.
Las recientes iniciativas del presidente Andrés Manuel López Obrador, como la propuesta de elegir por voto popular a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y otras reformas judiciales, han generado preocupación sobre la independencia del Poder Judicial. Estas propuestas buscan reducir la duración de los cargos y vincular sus salarios a los del Poder Ejecutivo, además de crear un tribunal disciplinario judicial también electo por votación popular.
Aunque presentadas como medidas democráticas, estas reformas podrían socavar la independencia judicial y la separación de poderes, elementos fundamentales para una democracia sana. La reacción de varios sectores de la sociedad mexicana ha sido de alerta ante lo que consideran una amenaza a la autonomía del Poder Judicial. Los críticos argumentan que estas reformas podrían politizar aún más la justicia, permitiendo que los jueces sean influenciados por intereses políticos y económicos. En un país donde la corrupción y el crimen organizado siguen siendo desafíos importantes, mantener la independencia del Poder Judicial es crucial para garantizar un sistema de justicia imparcial y efectivo.
México, al igual que hace más de un siglo, se encuentra en una encrucijada. La defensa de la democracia y la lucha contra la concentración del poder. El legado de la Revolución Mexicana nos recuerda que la voluntad del pueblo y la independencia de las instituciones son pilares esenciales para construir un futuro justo y libre.
En tiempos donde la política y la sociedad están en constante evolución, es vital recordar las lecciones del pasado y asegurarnos de que nuestros esfuerzos por una democracia verdadera no sean en vano.
¿Estamos aprendiendo de nuestra historia, o corremos el riesgo de repetirla?