Soberanía y dignidad
TIJUANA.- El próximo jueves 23, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con sede en La Haya, emitirá su resolución en torno a la denuncia presentada el pasado 11 de abril por el gobierno de México en contra de Ecuador, por motivo del allanamiento violento de su embajada, en la ciudad de Quito; acción que fue ordenada por el presidente de ese país, Daniel Noboa Azín, bajo el argumento que iban detrás de un delincuente que enfrentaba orden de aprehensión por malversación de fondos públicos.
De una sucinta relación de hechos, se destaca que, a solicitud de asilo presentada el 17 de diciembre de 2023 por el Sr. Jorge Glas Espinel -exvicepresidente de Ecuador durante el mandato de Rafael Correa Delgado-, el presidente Andrés Manuel López Obrador instruyó que se estudiara la petición, ratificando nuestra tradición de dar cobijo a solicitantes por razones humanitarias, o cuando se consideran perseguidos políticos. El cinco de abril, se concedió el asilo. La reacción de Noboa no se hizo esperar; esa misma fecha ordenó a las fuerzas ecuatorianas el asalto a la embajada mexicana.
Los invasores no sólo sustrajeron a Glas del recinto soberano sino que agredieron a personal que trabajaba en el lugar. El estadounidense Noboa (nació en Miami,) no tuvo empacho en soslayar que Ecuador es signatario de la Convención de Viena, que garantiza la inviolabilidad de las representaciones diplomáticas, y menos le importó soterrar el elemental respeto de los derecho humanos.
El seis de abril, la cancillería mexicana dio tres anuncios: el rompimiento de las relaciones diplomáticas con Ecuador, la denuncia contra ese país ante la CIJ por las violaciones sufridas, y la exigencia de una investigación exhaustiva del ataque perpetrado. No obstante, con la soberbia que le da el saberse protegido por el imperio, Noboa afirmó que no se arrepentía de sus acciones. Por supuesto, sabe que no está solo: no hubiese cometido tan deleznable atropello sin antes recibir autorización de sus jefes en la tierra al norte del Bravo. Pero no midió las consecuencias; arremetió contra una nación que hoy es referente en el mundo en muchos aspectos, de los que me interesa
nombrar uno: dignidad.
Sí, porque quizás la idea de soberanía, que trazaron antaño reconocidos pensadores, hoy pierda sentido al verse reconvertida mediante argumentos de globalización, interdependencia, entes supranacionales, y penetración de flujos cibernéticos. Pero no ocurre así con la idea de dignidad. La postura adoptada por el gobierno de México en este trance, de notoria firmeza en su reclamo, sin mácula de sometimiento ante algún agente externo por poderoso que sea, ha sido merecedora de amplio reconocimiento. La comunidad latinoamericana y caribeña, y en general la mayoría de miembros de las Naciones Unidas, han abrazado la dignidad y el reclamo de México, invitando a Ecuador a la cordura. Pero ya la CIJ tiene la palabra; su determinación definirá el curso de las relaciones entre ambos gobiernos, y sentará precedente sobre la inviolabilidad de las representaciones diplomáticas, así como la observancia del derecho internacional. Esperemos que no se equivoque.