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Un año que se va, otro que llega

El tiempo, con su incesante andar nos empuja siempre hacia adelante. El 2024 se desvanece, dejando en su estela recuerdos, promesas cumplidas y otras que quedaron suspendidas en el aire.

Isidro Aguado Santacruz
Isidro Aguado Santacruz Archivo

por Isidro Aguado Santacruz

01/01/2025 10:41 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 01/01/2025

"Los países verdaderos no están en los mapas, sino en los sueños de quienes se atreven a imaginar."
Isidro Aguado

Por Isidro Aguado Santacruz

El tiempo, con su incesante andar nos empuja siempre hacia adelante. El 2024 se desvanece, dejando en su estela recuerdos, promesas cumplidas y otras que quedaron suspendidas en el aire. Como cada fin de año, nos encontramos en ese instante fugaz entre el ayer y el mañana, donde la reflexión y la esperanza se entrelazan como un eco de lo que somos y lo que aspiramos a ser.

Este año que se va nos dejó lecciones profundas. Fuimos testigos de avances, pero también de caídas; de promesas políticas que resonaron vacías, mientras la realidad continuaba exigiendo soluciones. El peso de la desigualdad, la violencia que aún persiste y los desafíos económicos marcaron un camino tortuoso que, sin embargo, no está exento de esperanza. Hemos visto cómo el esfuerzo colectivo puede transformar realidades, aunque a veces parezca que el progreso avanza con lentitud.

El 2025 se vislumbra en el horizonte como una página en blanco. En él depositamos las aspiraciones de un mundo más justo, un país más fuerte, una sociedad más unida. ¿Qué hacemos con esa página? ¿La llenaremos de las mismas palabras gastadas o escribiremos en ella una nueva historia?

Los propósitos de Año Nuevo, una tradición tan antigua como la humanidad misma, son una suerte de ritual colectivo. En ellos condensamos no solo deseos individuales, sino también los anhelos de una sociedad que busca renovarse. ¿Qué propósito puede ser más noble que el de construir un lugar donde la justicia no sea un privilegio, sino un derecho? ¿Dónde las palabras de nuestros líderes no se desvanezcan como humo, sino que se plasmen en acciones concretas?

Pero construir ese país imaginado, ese lugar perfecto que habita en nuestros sueños, requiere algo más que deseos. Requiere voluntad, esfuerzo y, sobre todo, la valentía de mirar la realidad de frente. El cambio no ocurre con palabras vacías ni con resoluciones que se rompen antes de que el calendario llegue a febrero. Ocurre cuando convertimos nuestros ideales en pasos firmes, uno tras otro, sin detenernos.

El nuevo año traerá sus propios retos. Enfrentaremos los ecos de una economía global incierta, las tensiones sociales que piden justicia y los rezagos que no se solucionan con discursos. Pero también traerá oportunidades: de cambiar, de crecer, de ser mejores.

Quizá este 2025 sea el año en que finalmente aceptemos que el país que soñamos no existe más allá de nuestra imaginación porque nos hemos conformado con soñarlo, en lugar de construirlo. Quizá sea el año en que dejemos de mirar hacia los otros para empezar a mirarnos a nosotros mismos como los arquitectos de nuestro destino.

Y tú, lector, ¿ya tienes tus propósitos para este 2025? Tal vez sea hora de que entre tus deseos personales incluya uno colectivo: el de un país que, por fin, deje de ser un anhelo y se convierta en una realidad.

¡Feliz año 2025!